Cómo despojarse del hábito de la falta de amabilidad

 

En casa de mis padres, lejos del calor de la amabilidad de mi abuela, estaba inmerso en una cultura del sarcasmo. El sarcasmo era el modo habitual de llevarse bien en mi familia. Nadie pensaba que el sarcasmo era desagradable. Más bien, era un signo de ingenio y compromiso. Era la forma en que una persona podía encajar en la familia. 

 Rara vez logró lo que pensaba que haría 

 Para cuando dejé la casa de mis padres, el sarcasmo estaba impreso en mí y se filtraba en cada frase que decía. Afuera, en el mundo, descubrí que el sarcasmo como método de comunicación rara vez lograba lo que yo creía. No rompía el hielo, no disipaba las tensiones, no dejaba claro ningún punto, no siempre ganaba un debate y, en la mayoría de los casos, no me unía a los demás. En cambio, el sarcasmo dañó mi capacidad de conectar con los demás, dejando un ambiente de daño emocional a mi alrededor, en el cual, al otro lado, había un número creciente de personas que dudaban de mi sinceridad y temían hablar conmigo. 

 Maleducado y condescendiente 

 El peligro del sarcasmo es que aleja a las personas y puede lastimarlas. El punto de inflexión llegó cuando alguien me llamó maleducado y condescendiente. Su acusación me hizo echar un vistazo honesto a cómo me estaba presentando, y llegué a la dolorosa conclusión de que, efectivamente, era maleducado y condescendiente. Siempre lo había sido. Empecé a ver como el sarcasmo era poco amable tanto para la persona que lo usa como para aquellos con los que se usa. No sabía cómo dejar de utilizarlo inmediatamente. Más bien, luché como una persona que intenta dejar de fumar —fue una lucha diaria, frase por frase, para eliminar la travesura de mi comunicación y suprimir mis reflejos sarcásticos automáticos. 

 No pude dejar de ser sarcástico de una sola vez

 Cuando recaía, me decía que había un momento y un lugar para todo y que podía emplear el sarcasmo ingeniosamente, de vez en cuando, por ejemplo, al estar con amigos o con colegas cercanos. Era la forma de sobrellevar el hecho de no tener éxito en la increíble y difícil tarea de desprenderme de la falta de amabilidad del sarcasmo. A veces simplemente me daba pereza encontrar una manera más bella de expresarme y me resultaba cómodo volver a los modos familiares de comunicarme. Sin embargo, seguí con ello y, poco a poco, pude despojarme de mi dependencia al sarcasmo. Conseguí ver cómo el sarcasmo podía afectar negativamente a la gente, y pude ver cómo podían prosperar sin él. 

 La intención de lastimar 

 La palabra griega que es el origen de nuestra palabra sarcasmo significa “desgarrar la carne”, y generalmente, la definición de esta palabra señala la intención de lastimar. El sarcasmo me hace llorar ahora y me produce una sensación de malestar cuando veo que otras personas lo utilizan, o cuando siento que quiere salir de mi boca otra vez después de darle la espalda durante tantos años. 

 Siento el mismo dolor y decepción cuando leo los mensajes y comentarios en el Internet, donde el sarcasmo y las groserías descaradas parecen ser la manera natural en que las personas que no se conocen se comunican. Dejo de agregar mis comentarios amables y me quedo en silencio, no porque no tenga nada que decir, sino porque aún no he encontrado la manera de expresarme que sea consistente con la amabilidad. Hasta que pueda decir algo de manera amable, trato de no decir nada. 

 Del libro



Ordinary Goodness, The Surprisingly Effortless Path to Creating a Life of Meaning and Beauty
por Edward Viljoen

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